Localizada en el interior de la región del Egeo, en el valle del río Menderes y a 20 km de Denizli se halla la región de Pamukkale. Los movimientos tectónicos que tuvieron lugar en la falla de la depresión de la cuenca del Río Menderes causaron aparte de terremotos, la aparición de múltiples fuentes de aguas termales. Fueron estas aguas con un alto contenido en minerales, especialmente creta (una forma caliza), las que crearon Pamukkale. El agua también contiene grandes cantidades de bicarbonatos y calcio, que producen la precipitación de bicarbonato cálcico. Es este fenómeno el que ha ido produciendo gruesas capas blancas de piedra y travertino, que se extienden en forma de cascada de apariencia congelada, siguiendo el curso natural de las aguas.
Las formaciones adquieren formas de terrazas de travertino semicircular y recogen agua en su interior. El resultado es algo excepcional, un paisaje único en el mundo. Es precisamente su aspecto el que da origen a su nombre Pamukkale “castillo de algodón”.
Se puede subir a la cima de la montaña andando,
descalzos atravesando las piscinas, las corrientes de agua que fluyen a lo largo de todo el recorrido y disfrutando de la belleza y originalidad del lugar. Fijaos que según varía la luz del sol, parece que el agua de las piscinas cambia de color, si podéis no perderos el atardecer. Al pisar el fondo de cualquiera de las piscinas, notareis que es una especie de masa pastosa, parecida al yeso. Considerad la opción de subir dando un simple paseo, disfrutando de la belleza del lugar o uno se puede ir bañando y remojando durante todo el recorrido. La temperatura del agua que cae formando las travertinas es de unos 33ºC, aunque en algunas zonas puede alcanzar los 100ºC. Una recomendación, hay que tener cuidado en algunas zonas, especialmente alrededor de las piscinas ya que son muy resbaladizas. Una vez arriba no dejéis de daros un baño en la antigua piscina de Hierápolis, no creo que haya otra igual. No sólo la temperatura del agua de unos 38ºC es una gozada, sino también la composición de la misma que hace que notemos como las pequeñas burbujas de gas te cubren todo el cuerpo, y por si os pareciese poco el fondo de la piscina se halla cubierto de restos antiguos de capiteles, columnas, etc. Así que si queréis disfrutar de este especial baño no olvidaros de meter un bañador en la mochila.
Estos manantiales eran muy conocidos en la antigüedad. Los griegos frigios atribuían a estas aguas propiedades terapéuticas otorgadas por los Dioses (Asclepio, Hygieia y Apolo).
Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1988 al igual que Hierápolis.
En la cima del gran castillo de algodón se construyó la antigua ciudad de Hierápolis, fundada alrededor de 180 a.c por Eumenes II, rey de Pérgamo. La ciudad se convirtió en un importante centro al que los nobles de todo el imperio acudían atraídos por las propiedades medicinales de las aguas termales.
La ciudad sufrió varios terremotos, que hicieron que tuviese que ser reconstruida, pero fue uno en 1354 el que acabó destruyendo prácticamente toda la ciudad.
Actualmente entre los restos de la ciudad podemos distinguir:
Teatro romano con capacidad para más de 12.000 espectadores.
Templo de Apolo de la época helenística.
Fuente monumental del siglo IV.
Baños romanos del siglo II. Hoy en día un museo.
Martirio de San Felipe: Monumento en forma octogonal construido en homenaje a Felipe, uno de los doce apóstoles, que supuestamente fue crucificado de cabeza en este lugar (en el año 80).
Puertas: Se conservan varias de distintas épocas.
Necrópolis: La ciudad alberga tres grandes necrópolis con numerosas tumbas en formas de túmulos, sarcófagos y casas de los periodos helenístico, romano y cristiano.
Plutonio: Una estrecha cueva de la que emanan gases volcánicos venenosos, especialmente dióxido de carbono. Antiguamente utilizada por los sacerdotes para sugestionar a la gente haciéndoles creer que tenían influencia sobre la muerte, ya que cada persona que entraba moría al respirar estos gases. Hoy en día el acceso a la misma está cerrado.
La piscina de Cleopatra: Una antigua piscina termal de aguas minerales curativas. Realmente peculiar porque en el fondo está repleta de restos de columnas de mármol estriado.
Hay dos entradas al complejo, una superior desde la que accederemos directamente a Hierápolis y otra en la parte inferior desde la que tendremos que descalzarnos y subir por las piscinas.
En periodos de vacaciones o fiestas señaladas suele estar muy concurrido, lo que resta encanto al lugar. La primavera y el otoño son las mejores épocas para visitarlo.
El pueblo del mismo nombre, no tiene nada especial. Eso sí cientos de pequeños hoteles con fácil acceso al complejo.
Ver entrada de la ruta de las Siete Iglesias del Apocalípsis
Ver en mapa de Un guiño a Turquía – Wink at Turkey
Fuentes: