La basílica de Santa Sofia

Hagia Sofia significa Santa Sabiduría en griego y es el nombre de la mayor iglesia cristiana que existió hasta la construcción de la catedral de Sevilla mil años después. Su magnífica cúpula sigue siendo una de las mayores del mundo y, desde su finalización, la Humanidad tardó diez siglos en volver a construir una de dimensiones parecidas. Con su nombre turco de Aya Sofia, lidera los monumentos que hacen sentir al viajero que Estambul es un lugar especial y entrar allí nos transporta a través de los siglos por una experiencia de las que dejan huella.

El actual edificio es la tercera iglesia que se construyó en esa ubicación. La primera Santa Sofía se finalizó dos siglos antes de levantarse la actual basílica. Tanto aquella catedral como su sucesora fueron víctimas de incendios provocados durante terribles revueltas en la época bizantina. Su vecina Santa Irene, que significa Santa Paz en griego, fue terminada antes y acogió la sede del Patriarcado hasta la finalización de la gran iglesia. El actual edificio se inauguró con toda la pompa que la ocasión requería en el año 537. Es asombroso que las obras durasen menos de seis años, especialmente si tenemos en cuenta que el emperador Justiniano hizo traer piedra de canteras situadas en los confines del imperio, incluidas Grecia, Siria y Egipto, así como columnas del Templo de Artemisa desde Éfeso.

Santa Sofía es un hito de la arquitectura universal e indudable fuente de inspiración de la arquitectura otomana. Las mezquitas monumentales de Shezhade, Suleymaniye y Rustem Pasha están directamente influenciadas por el diseño genial que utilizó Isidoro de Mileto. La gigantesca cúpula de 31 m de diámetro y 55 metros de alto parece flotar sobre la luz que penetra por las 40 ventanas que hay en su base. El peso de semejante estructura descansa sobre cuatro arcos con sus cuatro columnas. En dos de los lados, la cúpula se apoya en dos semicúpulas. Para los curiosos, por primera vez se utilizaron las pechinas, que son los triángulos esféricos situados bajo la cúpula y que permiten que esta se apoye sobre los arcos. Las pechinas de Santa Sofía están decoradas con cuatro querubines.

Pechinas

Tan atrevido diseño ejecutado en épocas tan remotas no estuvo falto de graves problemas. Una sucesión de terremotos acabó por derribar la primera cúpula a los veinte años de su construcción. El emperador encargó la reconstrucción a Isidoro el Joven, sobrino del arquitecto original quien entendió que la primera cúpula era demasiado plana y construyó la actual, más elevada.

Santa Sofía ha tenido una larga y azarosa vida. Fue saqueada por los cruzados en 1204 quienes la convirtieron en iglesia católica. Tras la caída de Constantinopla en 1453, el edificio pasó a manos otomanas, lo cual supuso la conversión del edificio en mezquita. En 1931 Ataturk, el padre de la República de Turquía, dispuso el cierre al público de la mezquita para reabrirla en 1935 como museo nacional. En 1985 la UNESCO incluyó a las zonas históricas de Estambul donde se encruenta ubicada Aya Sofia en la lista de Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, la grandiosidad del monumento le ha granjeado el respeto y admiración de los gobernantes, quienes a lo largo de su milenio y medio de vida también la han cuidado, restaurado y mejorado.

El inicio de la dominación turca resultó especialmente dramático. La catedral era el refugio de los que no podían contribuir a la defensa de la ciudad, mujeres, niños, ancianos y enfermos se concentraban en su interior mientras la liturgia se celebraba de forma continua durante todo el asedio. Cuando comenzó el saqueo, los soldados otomanos derribaron las puertas en busca de las grandes riquezas que se suponían en su interior. Los sacerdotes continuaron con los ritos hasta que fueron obligados a interrumpirlos, a su alrededor, las mujeres eran violadas, los ancianos y enfermos asesinados y los supervivientes convertidos en esclavos. Acto seguido, Mehmet el Conquistador ordenó la inmediata conversión del edificio en mezquita.

Sin embargo, los turcos cuidaron, reforzaron y engrandecieron Aya Sofía cuyo estado general era deplorable. Se derribaron las casas alrededor del edificio que estuvieran a menos de 24 metros de distancia y se asignaron numerosos recursos para su sostenimiento. El propio Mehmet el Conquistador ordenó las primeras y muy necesarias reparaciones que fueron continuadas por Solimán el Magnífico y especialmente por Selim II. Este último encargó a Mimar Sinan, el gran maestro de la arquitectura otomana, la consolidación del edificio cuyos muros empezaban a dar muestras de fatiga. Sinan era un experto también en obras resistentes a los terremotos por lo que su aportación contribuyó a que Santa Sofía haya llegado hasta nosotros. También concluyó la construcción de los cuatros minaretes de la mezquita, añadiendo los dos últimos. Otras restauraciones importantes tuvieron lugar en los siglos XVIII, XIX, XX y en la actualidad.

La conversión en mezquita supuso el ocultamiento de la mayoría de los mosaicos de oro de las paredes bajo una capa de yeso. Igualmente, se cubrieron los magníficos suelos con alfombras y se colgaron medallones con los nombres de Allah, Mahoma, sus primeros sucesores y sus dos hijos. Se añadió una escuela al edificio que hoy es la biblioteca del museo y se construyeron varias fuentes y tumbas en los alrededores. La conversión en museo ha intentado recuperar los mosaicos manteniendo los elementos musulmanes como el mihrab, los citados medallones, etc.

Cuando entramos en Santa Sofía vemos la inmensa nave central, que podría albergar un edificio de 17 plantas bajo la cúpula; a derecha e izquierda hay dos naves laterales. En la parte superior encontramos dos galerias donde están algunos de los mosaicos mejor conservados. Durante la época bizantina, esas galerías estaban destinadas a las mujeres, incluida la emperatriz, quien disponía allí de su palco. También eran el lugar destinado a las clases más populares.

Santa Sofía es fácilmente identificable cuando llegamos a Sultanahmet y los jardines que la unen con la Mezquita Azul son el lugar favorito de muchos visitantes para hacer fotografías, descansar e incluso tomar un çay contemplando los monumentos. Se admite Muzecart para la entrada. El horario es de 09:00 a 17:00 en invierno y 09:00 a 19:00 en verano, una hora antes del cierre deja de estar permitida la entrada.